domingo, 8 de febrero de 2009

Burguesía


La educación sentimental. Gustave Flaubert

Atravesó una antesala, un segundo salón luego un gran salón de altos ventanales con chimenea monumental y sobre ella un reloj en forma de esfera y dos monstruosos jarrones de porcelana de los que emergían, como montañas de oro. Pendían de las paredes cuadros de pinturas de la escuela Italiana las mesas, el mobiliario todo de estilo Imperio, respiraba un no sé qué imponente y diplomático.


Por fin llegó a un departamento oval con artesonado techo de madera rosa, abarrotado de preciosos muebles y que recibía la luz por un solo hueco que daba al jardín. La señora de Garibay estaba junto al fuego, rodeada por una docena de personas. Con una frase amable le indicó que se sentara, pero sin sorprenderse, al parecer, de no haberle visto durante tanto tiempo.

Cuando él entró deploraban la inmoralidad de los domésticos a propósito de un robo cometido con ayuda de otras personas y se desencadenaron los chismes.

El lujo de las cosas circundantes ponía más de relieve la miseria de las conversaciones; pero lo que se decía era menos estúpido que la manera de hablar, sin objeto sin hilación y sin animación.

Había allí, no obstante, hombres conocedores del mundo; un antiguo ministro, el cura de una gran parroquia, dos o tres altos funcionarios del Gobierno, y todos se entregaban a los más trillados lugares comunes. Algunos parecían encopetadas viudas pensionistas, llenas de cansancio, y los ancianos acompañaban a sus mujeres, que muy bien hubieran podido tenerse como sus nietas.

¿De qué podía hablar?


Recopilación: Juandiegouribe
8 de febrero del 2009
6:50 horas

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